Me imagino la vida como un tren que no se detiene, al igual que el tiempo. Este tren, a veces rápido y otras veces lento, avanza incansable a través de paisajes cambiantes. Nosotros somos esos pasajeros que no podemos quedarnos fuera del tren; tenemos que correr para alcanzarlo, igual que hacemos con nuestras metas y sueños.
En cada vagón, encontramos diferentes experiencias y aprendizajes. Algunos vagones son confortables y llenos de alegría, mientras que otros son difíciles y nos ponen a prueba. En cada parada, tomamos un descanso, tal como lo hacemos en la vida cuando nos tomamos una pausa en medio de algo, un proyecto o un sueño.
A lo largo del viaje, conocemos a otros pasajeros, algunos que nos acompañarán durante largos tramos y otros que se bajarán en la siguiente estación. Cada encuentro nos deja una enseñanza, una marca en nuestro viaje.
Luego, volvemos a subirnos al tren, con renovada energía y nuevas perspectivas. Habremos recorrido tanto hasta que lleguemos a nuestra última parada. Ya no hay vuelta atrás. Paramos para siempre, pero el recorrido habrá valido la pena, habremos vivido plenamente cada tramo del viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario